2 de septiembre de 2024

El último pistolero (1976)

El último pistolero (The Shootist, en el inglés original, o sea, El que chuta) no es una película que recuerde mucha gente que no peine canas o no peine pelo en absoluto. Pero si aún se recuerda o se habla de ella, la principal razón es que fue la última película del actor John Wayne, una de esas grandes estrellas de Hollywood que a día de hoy muchos tacharían, no sin razón, de ultraconservador e hipócrita. También usaba peluquín.

El filme, basado en la novela homónima de Glendon Swarthout, tiene los andamiajes de un wéstern clásico, pero es una criatura diferente: reflexiva, conmovedora y, puntualmente, cruda. Y, por supuesto, está más infravalorada que las cualidades actorales del propio Wayne.

No hay que perder de vista que, en la fecha de su estreno, la edad dorada del wéstern ya había quedado muy atrás, tan atrás como las películas de gánsteres o los caramelos de menta cubiertos de chocolate. Incluso el barato, pero rupturista y popular spaghetti western, nacido a mediados de los sesenta, estaba en declive. Y quizá nadie era más consciente de que la película brindaba a la salud de una era pasada que John Wayne. El último pistolero es un canto de cisne a su trayectoria profesional, y no es extraño, por tanto, que el actor ofreciera en ella una de sus mejores interpretaciones. ¡Y encima luciendo un hermoso mostacho!, lo cual, a juicio de quien suscribe estas líneas, siempre suma puntos.

Aparte de ser el último trabajo de Wayne para la gran pantalla, la cinta es interesante por los paralelismos que guarda con la vida del actor. El Duque, lejos ya de los mejores años de su carrera y cada vez más enfermito, interpreta a J. B. Books, un viejo pistolero al que diagnostican un cáncer terminal y que decide despedirse de la vida con un estallido de gloria a la altura de su leyenda. 

Pues bien, alrededor de una década antes de rodar El último pistolero, Wayne había superado un cáncer de pulmón, y en 1979, apenas tres años después de terminar la película, un nuevo cáncer, esta vez de estómago, le dio el finiquito.

"A veces la ironía de esta película me resulta dolorosa", llegó a declarar el actor en vida. A saber lo que diría si alguien contactase con él ahora en una sesión de espiritismo. Nada más racista de lo que dijo en la entrevista que le hizo la revista Playboy en 1971, eso seguro.

Pese a que el papel se ofreció antes a otros actores (entre ellos, Paul Newman y George C. Scott), J. B. Books es un nombre que, ya desde el estreno de la película, difícilmente se puede separar del de John Wayne. El personaje es una mixtura metaficticia de las distintas botas que calzó en el lejano Oeste hollywoodiense a lo largo de su vida, desde el joven cazador Breck Coleman en La gran jornada hasta el alguacil veterano Rooster Cogburn en Valor de ley. De su papel como Gengis Khan cuanto menos recordemos, mejor.

Por otro lado, debemos tener en cuenta que Wayne vivía en una América cambiante, recién escarmentada en la guerra de Vietnam, salpicada por el escándalo del Watergate y cuna de importantes movimientos sociales que él probablemente no comprendía. Análogamente, su personaje contemplaba el nacimiento de un nuevo siglo en el que había lugar para automóviles, teléfonos e incluso lavados en seco, pero no así para una reliquia del viejo star system como él.

Si quieres leer un homenaje a John Wayne, pasa a la página 25.

La nostalgia empapa el celuloide nada más empezar la película, que se abre con un prólogo que toma prestadas escenas de algunas de las obras más aclamadas de Wayne, para recrear el pasado legendario del pistolero J. B. Books.

Aunque este inicio puede parecer un recurso burdo para extender el metraje sin gastar un solo centavo, sirve de homenaje a la carrera del actor en su apogeo. Además, en la década de 1970, las únicas técnicas de rejuvenecimiento digital eran las que consistían en masajearte el cutis con las yemas de los dedos.

Tras este prólogo y una breve escena de acción que sirve de carta de presentación al sexagenario Books, nuestro protagonista llega a Carson City para ver al doctor Hostetler, interpretado por James Stewart. El doctor, un viejo amigo que tiene tanta experiencia "doctorando" que no necesita realizar pruebas médicas para diagnosticar un cáncer, le dice que le quedan pocos meses de vida. Abatido por la noticia, Books se aloja en una casa de huéspedes regentada por la viuda Rogers, a la que encarna la siempre espléndida Lauren Bacall. En compañía de la mujer y de su joven y entusiasta hijo Gillom (el ahora director alopécico Ron Howard), disfruta de sus últimos días de vida y se prepara para morir con dignidad. ¿Y no es eso, en el fondo, lo que quiere todo hombre en el ocaso de su vida, sin contar una casa con piscina o un deportivo descapotable?

"¿Doctor, este era mi sombrero o el suyo? Porque ya no me acuerdo".

La actitud de Books ante la dama de la guadaña no se alejaba mucho de la Wayne. El director Don Siegel, en las últimas semanas de rodaje en exteriores, le dijo a su estrella que si no se encontraba bien, que se lo dijese y trabajarían sin él. Wayne le respondió: "Gracias por tu consideración, pero odio que la gente se preocupe por mí, así que olvídalo".

Esa es una cita que podría considerarse howardiana, (robertepuntohowardiana), y recuerda a aquella frase que pronunciaba Conan en el relato Villanos en la casa tras matar al gorila de Nabonidus: "El día que no pueda sostenerme solo, sé que habrá llegado la hora de morir".

Lo siento, pero si no menciono a Conan, reviento.

Hablando de villanos, El último pistolero no tiene un villano propiamente dicho, pero sí varios antagonistas: personas que pretenden aprovecharse de la notoriedad de Books, hacer fortuna a su costa, vengarse de él o dar rienda suelta a su salvajismo: un periodista que solo ve en el decrépito pistolero la violencia de una era pasada, una exnovia codiciosa, un enterrador en busca de un buen negocio, un jugador que presume de ser un tirador excelente, el hermano rencoroso de un hombre al que Books mató en el pasado, y... ¿un vendedor de quesos? Sí, eso pone en mis notas. Por lo tanto, tiene que ser verdad.

A la derecha, el famoso vendedor de quesos. A la izquierda, Ron Howard.

Las escenas de acción son breves y están repartidas con mucho tino. La primera, al comienzo de la película, establece la habilidad de Books con el revólver al enfrentarlo a un asaltador de caminos que no debía de ser muy aficionado a los wésterns. En la segunda, introducida hacia la mitad de la historia (probablemente para que el público más joven no se durmiera en el cine), un par de asesinos a sueldo intentan acabar con Books y fracasan en el intento. Y la tercera, ¡oh!, la tercera es el magnífico y trágico clímax en el que Books se bate en un duelo a muerte contra tres hombres en el saloon del pueblo.

Pero esta no es una película de acción, ni siquiera de aventuras, sino el relato sobre los últimos días de un personaje más grande que la vida misma y del actor que lo encarnaba.

"No pises el césped, camina erguido y respeta a tus mayores".

Las actuaciones son el punto fuerte del filme. Aunque muchos sigan pensando que Wayne solo era una estrella de Hollywood, un icono del wéstern que se interpretaba una y otra vez a sí mismo, no era mal actor. Contenido y limitado tal vez, pero no malo. Y aquí nos muestra su lado más vulnerable, un registro que no formaba parte habitual de su repertorio de machote con sombrero y espuelas, pero que le iba como anillo al dedo en el crepúsculo de su carrera.

La mayoría de los secundarios son de lujo. Ya fuera por casualidad o a petición del Duque, la mayoría de ellos eran viejos amigos y compañeros de proyectos pasados. Entre ellos, destacan James Stewart, que coincidió con Wayne en la extraordinaria El hombre que mató a Liberty Valance; y Lauren Bacall, que interpretó al interés romántico del actor en Callejón sangriento y que, fuera de la pantalla, ya había apoyado a un marido enfermo de cáncer hasta su fallecimiento (el también actor Humphrey Bogart).

No obstante, el personaje secundario con más peso en la trama es el de Ron Howard, que no había trabajado antes con Wayne, pero se defiende en su rol de muchacho impresionable al que le queda mucho por aprender de la vida. Además, aunque su actuación no pasase de correcta, Howard dirigió Apollo 13 y Splash, defendió a Jake Lloyd cuando la crítica profesional se cebó con él por su interpretación de Anakin Skywalker en La amenaza fantasma y es el padre de ese ángel en la Tierra llamado Bryce Dallas Howard, así que, en mi opinión, es un tipo estupendo.

"Lo que más me joroba, querida, es que no viviré lo bastante como para que se invente el Viagra®".

Por desgracia, la película no fue el gran éxito que Wayne hubiera deseado. El arranque en taquilla fue bueno y la crítica (la de verdad, la que hoy está casi extinta) se pronunció favorablemente, pero el público no tardó en perder interés. Los fans de Wayne no querían ver a su ídolo interpretando a un personaje que estaba para el arrastre y, además, la productora de Dino de Laurentis prefirió invertir dinero en promocionar esa catástrofe cinematográfica que fue el remake de King Kong (alguien pensó que un tío disfrazado de gorila funcionaría igual de bien que el monigote animado con stop motion de la película original; pero solo fue más barato).

En cualquier caso, el tiempo ha puesto en El último pistolero en el lugar que se merece. Puede que la excelencia le pille un poco lejos, pero no hay duda de que es algo más que "otra peli de vaqueros".

23 comentarios

  1. Anónimo2/9/24 21:19

    Flojita esta reseña, y poco graciosa para lo que suelen ser tus entradas. Y lo digo sin ánimo de ofender.

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    1. No te falta razón. De hecho, seguro que también tiene unas cuantas erratas.

      Me voy a no ofenderme debajo de la ducha. Allí mis lágrimas pasarán desapercibidas.

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    2. Pues a mí me gusta...

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    3. Gracias. ¿Y de la pizza con piña qué opinas?

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    4. Anónimo6/9/24 18:25

      La pizza con piña es un tipo de pizza

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    5. Me gusta menos.

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    6. Era una prueba de calidad de criterio. La has superado.

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  2. Anónimo3/9/24 07:45

    Pues los pies de foto siguen siendo la marca de la casa. Espero equivocarme, pero, ¿habrá elegido ETdlB la reseña de una "última película" como la última entrada de su blog?

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  3. Si me gustasen los westerns, sin duda habrías despertado mi interés. La única peli de John Wayne que he visto es la mencionada El hombre que mató a Liberty Valance, me gustó? No demasiado, como ya he dicho, no me gustan los westerns (excepto una cuantas excepciones).

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    1. Por favor, dinos quiénes son los agraciados. ¿Está en tu lista El Bueno, el Malo y el Raro?

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  4. El bueno, el feo y el caradura peliculón xD

    Me gustaron realmente: Los siete magníficos (1960), El bueno, el feo y el malo, La muerte tenía un precio.
    Django desencadenado, Los odiosos ocho, Bailando con lobos, La balada de Buster Scruggs, Deadwood (serie) y Maverick también, pero tengo dudas sobre si contarlas como auténticos westerns.

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    1. Perdón, quería responder en mi comentario, pero missclick, si quieres muévelo donde toca.

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    2. ¡Ya me gustaría a mí poder hacer eso!

      En respuesta a tu duda, depende de lo que entiendas por wéstern: si un género definido por el factor fronterizo o solo una ambientación.

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  5. Anónimo4/9/24 14:27

    Oh Brochas!
    Acudo a ti como fuente afin de sabiduria literaria: ¿has leido novelas del Juego de Rol Mundo de TInieblas? si es asi... ¿tienes recomendaciones?

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    1. No estoy familiarizado con ese juego, lo siento.

      Quedo a la espera de la pregunta que ibas a hacer sobre El último pistolero. Esto no es la jungla. ¡Aquí tenemos normas!

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  6. No conocía esta peli, ni el paralelismo entre el actor y su personaje clásico, muchas gracias

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  7. John Wayne es un tipo duro de los de antes, que fumaba como un carretero, bebía como un aljibe, estaba gordaco, era machista y racista e hizo falta una bomba atómica para acabar con el viejo cabrón. No habrá otro como él (aunque seguramente se inventaría un nuevo termino como "jropsie", "fafaker" o algo así: "no seas un fafáker, colega").
    Y los enemigos le dedicaron una canción. Ains, Dios bendiga a John Wayne pero que lo sujete fuerte.

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  8. Menuda coincidencia. Hace poco "reestrenaron" la película en el cine de verano de mi pueblo y ahora esta crítica. Me gustó mucho cuando la vi por TV. Leí que estaba basada en un libro bastante (más) deprimente, donde el hijo de la posadera era un criminal en ciernes. Normal que lo cambiaran. Se nota que querían hacerle un homenaje a John Wayne y les quedó muy apañado.

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    1. Digamos que la dirección de la película cambió ligeramente cuando contrataron al Duque.

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