10 de septiembre de 2024

Las aventuras de Conan: Un espectáculo de espada y brujería

Entre los aficionados a los Masters del Universo y la fantasía en general, no es inusual oír que He-Man es la copia rubia de Conan el bárbaro. De hecho, en esta entrada, hablé del pleito que hubo entre la juguetera Mattel y los titulares de los derechos sobre Conan por un presunto plagio. En aquel artículo, analicé el caso desde el punto de vista de los hechos fríos y demostrables, no de declaraciones unilaterales ni de rumores sacados de las oscuras entrañas de internet. Y, por eso, no llegué a ninguna conclusión definitiva.

Pero ¿y si en algún momento se hubieran invertido los papeles y fuera Conan quien se copiase de He-Man?

Creando el espectáculo

En el verano de 1983, Universal Studios estrenó el espectáculo en vivo titulado The adventures of Conan: A Sword & Sorcery Spectacular, una historia de espada y brujería protagonizada por Conan y que pasó a formar parte de las atracciones del famoso Studio Tour de la compañía, una excursión detrás de las cámaras que celebraba entonces su 20º aniversario. 

Recordemos también que solo un año antes, en 1982, Universal había estrenado la película Conan el bárbaro, de John Milius, que, aparte de lanzar al estrellato al culturista Arnold Schwarzenegger, había sido un éxito de taquilla y propiciado el renacer del género de espada y brujería en la cultura popular. Al filme le salieron imitadores como setas, y Universal no podía quedarse atrás y desaprovechar el tirón comercial que había generado, así que, mientras trabajaba en la secuela del filme de Milius (Conan el destructor, dirigida por Richard Fleischer), continuó explotando la marca "Conan" de otra manera: con un espectáculo en vivo.

¿Te lo vas a perder?

La primera función de The adventures of Conan se representó el 18 de junio, y el show se mantuvo más de diez años en cartel, hasta mayo de 1994. A lo largo de esa década y pico se realizaron diez funciones diarias, con excepción de Acción de Gracias y Navidad. Esto arroja una cifra total de más de 39.000 funciones. En efecto: para bárbaros, los números.

Cada función duraba unos veinte minutos. En ese escaso tiempo, el intrépido Conan y su compañera Red Sonja saqueaban un templo repleto de tesoros (pero sin desordenar el escenario, porque luego siempre había otra función) y se enfrentaban a un brujo malvado que al final se transformaba en un enorme dragón escupefuego.

"Si acción es lo que buscas, la has encontrado", decían los anuncios de la época. "Porque nadie sabe más de acción que un estudio de cine. Y ningún estudio de cine puede darle vida mejor que Universal".

No, en serio, ¿TE LO VAS A PERDER?

Sin que sirva de precedente, esa publicidad no era en absoluto engañosa. El coste asociado a la producción rondaba los cuatro millones de dólares, todos ellos generosamente invertidos en crear la atracción más impresionante e innovadora del tour.

El decorado representaba el templo del brujo Taras Mordor, una gran cámara presidida por la estatua de un dragón y dividida en dos pisos que estaban unidos por sendas escaleras curvas. La estatua del dragón, flanqueada por columnas y tronos, ocupaba un lugar central en el piso superior, y en el piso inferior había un gigantesco foso circular que supuestamente desembocaba en el infierno. Entre los motivos ornamentales, destacaban las serpientes y los cráneos esculpidos, y la sala estaba repleta de tesoros, incluida una espada clavada en la roca como la de la leyenda del rey Arturo. Es un escenario que parece sacado de los mejores cómics de La espada salvaje de Conan, pero en tres dimensiones y a todo color.

Además, para garantizar que la inmersión en el mundo hyborio fuera plena, la música del espectáculo la compuso Basil Poledouris, el responsable de la banda sonora de la película Conan el bárbaro. No podría haber estado en mejores manos.

Como diría John Hammond: "No hemos reparado en gastos".

A un diseño de producción sobresaliente se sumó el uso de tecnología punta para reproducir en vivo y en directo la clase de efectos especiales que hasta entonces eran coto exclusivo de los grandes estrenos cinematográficos, incluyendo una combinación sofisticada de láseres y artificios pirotécnicos como nunca antes se habían visto en un espectáculo de esta naturaleza, ni siquiera en la atracción Battle of Galactica (basada en la serie Battlestar Galactica).

Para sincronizar los efectos especiales y sonoros con la acción, se utilizaron equipos de última generación: computadoras y chips recién salidos de las fábricas de Intel, el mayor desarrollador de circuitos integrados del mercado. Era el futuro. En 1983.

La coreografía de los combates también se cuidó al máximo. Aunque a los actores se les requería tener buena planta y un mínimo talento interpretativo (el justito para no dar vergüenza ajena, a juzgar por las grabaciones que sobreviven a día de hoy), por encima de todo primaba su capacidad atlética y, a ser posible, cualquier experiencia que pudieran tener como especialistas.

En una entrevista de 2001, Karen Sheperd, una de las actrices que dio vida a Red Sonja en el espectáculo (y a la que quizá recordéis por su papel de la Verdugo en la serie Hércules: Sus viajes legendarios), describió la experiencia como "divertida, pero tremendamente exigente". Ella realizaba entre cuatro y siete funciones diarias, y, a pesar de ser una gran deportista y una artista marcial solvente, aseguraba que no había entrenamiento más duro que ese.

Por desgracia, a pesar de las precauciones que se tomaban, no todos los intérpretes daban la talla. "Había tipos a los que nunca deberían haber contratado, porque su habilidad con las armas era mínima", comentaba la actriz. "También los había que usaban esteroides, y eso tendía a hacerlos impredecibles y peligrosos". Las lesiones eran el pan de cada día. En una de las infinitas funciones, Sheperd se desgarró los ligamentos de una rodilla y no le quedó otra que pasar por el quirófano y someterse a rehabilitación durante un año. Pero, como dicen los angloparlantes, "the show must go on".

Karen Sheperd en la película America 3000 (1986). ¿Qué fue de aquellos peinados?

A estas alturas quizá os estéis preguntando qué narices tiene que ver este espectáculo con los Masters del Universo. ¿Por qué si no los he mencionado al principio de este artículo? Pues, para empezar, uno de los creadores del proyecto ―junto con Peter Alexander y Tony Christopher― fue Gary Goddard. Sí, el mismo Gary Goddard que, solo unos pocos años después, se ocuparía de dirigir la película Masters del Universo de la Cannon, estrenada en 1987.

Es más, su trabajo como codirector, escritor y diseñador de esta atracción fue una de las principales razones por las que acabó encargándose de la película de He-Man. Ed Pressman, productor ejecutivo del filme, había visto The adventures of Conan y le había parecido que el espíritu del espectáculo encajaba con el del guion en el que estaban trabajando, por lo que consideró que Goddard podía ser la persona indicada para ocupar la silla del director (recordemos que Goddard no tuvo la culpa de que la película fuera una de las producciones responsables de llevar a la Cannon a la quiebra; el tipo incluso puso dinero de su bolsillo para acabarla).

Pero esa no es la única conexión entre este espectáculo y los Masters del Universo, ni siquiera es la más evidente. Aun diría más: sospecho que lo que llevó a Pressman a pensar en Goddard como director fue un momento muy específico del espectáculo.

Sin embargo, para llegar a ese punto, antes tenemos que abordar el argumento de esta aventura en vivo.

Una aventura de espada y brujería

La historia comienza en las ruinas de un templo antiguo. Una cuerda cae desde una apertura rectangular en el techo, desenrollándose hasta que su extremo prácticamente toca el suelo del piso superior. Un jovenzuelo vivaracho, de melena morena y complexión delgada, desciende ágilmente por la cuerda y mira emocionado a su alrededor, contemplando con una sonrisa los tesoros amontonados en cada esquina. El muchacho toca tierra firme y, al girarse a un lado, se da de bruces con el morro de una serpiente de piedra (o corchopán) y se pega tal susto que se va de culo al suelo. Luego se da cuenta de que no es más que una estatua y respira aliviado.

Y parafraseando a Robert E. Howard, aquí llegó Conan.

No, en serio. Ese chaval alegre y asustadizo, de aspecto tan corriente, es Conan de Cimmeria, probablemente más conocido como Conan el bárbaro. Quizá su personalidad y constitución se alejen de los del Conan con el que el público estaba más familiarizado en aquella época (ya fuera el encarnado por Schwarzenegger en el cine o el dibujado por John Buscema en los cómics de Marvel) y que aún perdura en el imaginario colectivo, pero os aseguro que es el mismo Conan del que hablaba Howard cuando escribió aquello de: "Y allí llegó Conan, el cimmerio, el pelo negro, los ojos sombríos, la espada en la mano, un ladrón, un saqueador, un asesino, de gigantescas melancolías y gigantescos pesares, para pisotear con sus sandalias los tronos enjoyados de la Tierra".

Quizá aún no se había apuntado al gimnasio.

El reparto del show. Ron Thomas (Bobby Brown en Karate Kid) es el Conan "peque".

Entusiasmado ante la perspectiva de una jubilación anticipada, el joven cimmerio llama a gritos a su compañera, Red Sonja, que le responde desde lo alto que baje la voz, no vaya a ser que despierte a los muertos (guiño, guiño). La mujer guerrera también le apremia para que robe el Ojo del Dragón, una gran joya colocada en el vientre de la estatua que gobierna la cámara. Lo normal habría sido que el Ojo del Dragón fuera uno de los ojos de la estatua y no que estuviera en su panza, pero ¿cómo queríais que llamasen a la joya?, ¿el Ombligo del Dragón? No sonaría igual de mítico.

A pesar del consejo de Red Sonja, Conan se distrae con un montón de bisutería y no presta atención al Ojo del Dragón hasta que esta comienza a brillar con un fulgor verde y le llama por el servicio de megafonía del decorado.

"¡Ven a mí!", dice la voz. "¡Ven a mí!", repite, para que la trama pueda seguir su curso.

"¡Que vengas, coño!".

El muchacho intenta resistirse, pero la voluntad de la joya es invencible y, paso a paso, el hechizado Conan se acerca a la estatua. Pero en el momento en que el cimmerio extiende las manos hacia la joya, un anciano entunicado aparece con un estallido de humo (para disimular la tramoya) y rompe el influjo siniestro del Ojo del Dragón.

Por si la entrada en escena y la melena canosa con barba luenga a juego no fueran pistas suficientes, el viejo se presenta a sí mismo como el poderoso hechicero Kallias, guardián del no sé qué de los dragones. Siento que algunos detalles se pierdan en este resumen de los acontecimientos, pero la pista de audio de las grabaciones caseras que uno puede encontrar en internet suena como un gramófono del siglo pasado que hubieran metido debajo del agua.

Entre un chiste tontorrón y otro (incluyendo un momento en el que Conan se pone a practicar aerobic para disimular que estaba haciéndole señales a su compañera Red Sonja), el hechicero le dice a Conan que el Ojo del Dragón debe permanecer donde está, porque, de otro modo, el malvado brujo Taras Mordor escaparía de su prisión. Y sí, el malo se apellida Mordor, como el peor destino turístico de la Tierra Media.

Kallias le cuenta a Conan que, mucho tiempo atrás, quizá incluso antes del hundimiento de Atlantis, él mismo consiguió derrotar a Taras Mordor y encerrarlo en el Ojo del Dragón a costa de un gran sacrificio. Y, por alguna razón, cuando el combate terminó, la espada de Crom, "forjada por los mismos dioses", apareció clavada en la roca.

¿Seguro que no es de juguete?

Intuyo que el parecido de esta historia con la leyenda de Excalibur no es mera coincidencia, pero, si hablamos de la mitología del propio Conan, su adaptación del mito artúrico es bastante libre. Para los que no estéis familiarizados con el mundo hyborio creado por Howard, Crom es el dios principal de los cimerios. Vive en su montaña y rezarle es una pérdida de tiempo, porque el destino de los hombres le importa un comino; no obstante, da a los mortales la fuerza para luchar y matar en el momento de nacer. Y ya está.

Aparte de que la espada de Crom se la sacaron de la manga para este espectáculo y no aparece en las obras originales de Howard, tampoco tiene mucho sentido que, de tener Crom su propia espada, la forjaran otros dioses y, aun así, se llamase la espada de Crom. El dios cimmerio es solitario y arisco; jamás subcontrataría a un tercero para forjar su espada.

Mientras Kallias continúa dándole la turra a Conan, Red Sonja, algo más ligerita de ropa que su compañero, baja a la cámara y cae bajo el influjo de la misma voz obstinada e hipnótica que empujó a Conan al Ojo del Dragón.

¿Dónde se dejó las botas?

Como era de esperar, Kallias y Conan no regresan a tiempo de impedir que la guerrera saque la joya de su receptáculo, y Taras Mordor escapa de su prisión mágica. 

"¡JA, JA, JA, JA, JA! ¡Al fin soy libre!", se regodea Taras Mordor.

Carcajada siniestra, casco astado, ropajes negros de corte sombrío… Sí, sin duda es un brujo malvado. ¿Tanto les habría costado colocar un cordón de terciopelo con un cartelito de "NO TOCAR" para evitar su regreso?

Taras Mordor. Para Conan, el clásico villano de la semana.

Con un simple gesto de la mano, Taras Mordor convierte a su viejo rival Kallias en una estatua de piedra. Sospecho, no obstante, que la pared giratoria que intentan disimular con humo también forma parte del truco.

El brujo lanza rayos contra la pareja de saqueadores y hace saltar chispitas por el decorado. Mientras esquivan los ataques, Red Sonja urge a Conan para que busque una espada con la que defenderse. No debería haber salido de casa sin ella.

Naturalmente, Conan va derechito a por la espada de Crom, que por algo tiene su propio foco encima desde que empezó el espectáculo.

Conan extrae la espada mágica sin dificultad, como si estuviera predestinado a hacerlo, y, tras desaparecer oportunamente entre chorros de humo, se transforma en el bárbaro musculoso y salvaje, vestido con poco más que un taparrabos, cuya imagen consagró Frank Frazetta al ilustrar la obra de Howard en la década de 1970.

"¡POR EL PODER DE CROM!", grita el cimmerio con la espada en alto.

Con música es todavía mejor, creedme.

Mmm… Esta escena de transformación me resulta vagamente familiar. ¿Dónde habré visto yo algo parecido antes?

Os doy un segundo para pensarlo.

Exacto: la transformación de Conan es prácticamente clavada a la de Adam en He-Man. Ya lo decía aquella canción de la casete de Horus: "Él es Adam, el príncipe, valiente defensor de las fuerzas del bien. Su espada tiene un poder capaz de convertirle en alguien invencible. ¡He-Man, He-Man, de Grayskull! ¡He-Man, He-Man, de Grayskull!".

Este evento desde luego no es canónico para Conan. Me he leído todos los relatos de Conan que escribió Howard, así como un sinnúmero de pastiches firmados por otros autores y tantos cómics como para parar a un Combatesaurus, y el cimmerio nunca ha necesitado una espada mágica para volverse un cruasán humano.

Le croissant humain.

Ahora bien, aunque podríamos pensar que Conan se copió de He-Man, aquí es donde la trama se complica, porque las fechas no cuadran. Como decía más arriba, la primera función del espectáculo se celebró en junio de 1983. Sin embargo, el primer episodio de la serie de Filmation, donde apareció por primera vez la transformación del príncipe Adam en He-Man (y que es desde entonces uno de los elementos más asentados de la mitología de los Masters del Universo), no se emitió hasta el 5 de septiembre de 1983, dos meses y medio después del estreno de The adventures of Conan. ¿Había Mattel vuelto a las andadas?

Aparentemente no, porque la primera transformación en He-Man se remonta más atrás en el tiempo, al cómic titulado From Eternia with Death!, que la editorial DC publicó en abril de 1982, y que probablemente recordéis como el cómic en el que He-Man se parte la cara con Superman y luego se hacen amigos.

¿Significa eso que quienes se copiaron fueron los guionistas de The adventures of Conan?

Sorprendentemente tampoco, porque en esa historieta (al igual que en la miniserie posterior que se inició con To Tempt the Gods!, del mismo año), el príncipe Adam se transformaba en He-Man entrando en una cueva y recibiendo sus dones de la Diosa, no levantando la Espada del Poder y gritando las palabras mágicas.

Para ser precisos, y salvo error, la transformación que calaría en la cultura popular no se concibió hasta que Michael Halperin escribió la biblia de la serie de Filmation, fechada en diciembre de 1982. Este documento no solo es anterior al espectáculo, sino que en él se describe a Adam como un chaval corriente de dieciocho años, lo cual hace que el cambio físico sea más impactante que en la serie animada. Es lo mismo que ocurre con Conan tras empuñar la espada de Crom en el espectáculo del Studio Tour.

Ahora bien, la biblia de Filmation no era un documento público, así que, a salvo de coincidencias extrañas o filtraciones de información, no pudo influir en el espectáculo. La otra posibilidad que se me ocurre es que la fuente fueran los minicómics que acompañaban a los muñecos. Sin embargo, aunque el propio Halperin escribió la primera transformación de Adam y He-Man en el minicómic Masks of Power (dibujado, para más inri, por Alfredo Alcalá, entintador habitual del Conan de los tebeos de Marvel), este minicómic no se distribuyó hasta 1984, con posterioridad a la propia serie de Filmation.

No es su transformación más entusiasta.

En resumen, de cara al público, y por asombroso que suene, el primer personaje en transformarse en un tiarrón aceitoso tras levantar una espada mágica e invocar un poder místico no fue el príncipe Adam, sino Conan.

¿A qué conclusión nos lleva todo esto? A ninguna clara. Pero si alguien resuelve este misterio, puede decírmelo en los comentarios. Si la respuesta es coherente y está basada en hechos comprobables, asentiré con la cabeza de forma vehemente y quizá hasta aplauda.

Volviendo a la historia, Taras Mordor reanima los cadáveres de tres guerreros de épocas pretéritas para que acaben con los intrusos. Habría sumado puntos que estos guerreros no muertos tuvieran aspecto de zombis descompuestos, con ojos de corneas blanquecinas y huesos asomando entre la piel desgajada; pero eso habría sido demasiado aparatoso para un espectáculo en vivo que tenía varias funciones al día. Y también habría salido más caro. Por lo tanto, los esbirros del brujo son tíos cachas bronceados por el sol brillante de California a los que le gusta hacer aspavientos ineficaces con sus armas.

Escena grabada para la televisión. En vivo había una pizca menos de pirotecnia.

Teniendo en cuenta que todos los participantes de esta pantomima están intentando no sacarse accidentalmente un ojo, no puede decirse que la lucha esté a la altura de los "colosales combates a espada" que prometía la publicidad; pero al menos hacen alguna pirueta de vez en cuando para darle un poco de gracia al asunto.

Como era de esperar, los buenos ganan el combate. Sin embargo, la satisfacción de la victoria es efímera. Unas palabras de Taras Mordor bastan para que los cadáveres vuelven a alzarse de entre los muertos, sin importar cuántas veces los degüellen, rajen o trinchen.

Red Sonja le dice a Conan que no pueden vencer y que no les queda más remedio que huir, pero al cimmerio tiene una idea mejor. ¿Recordáis el gigantesco foso que hay en el centro del escenario, ese que no hay manera de que pase desapercibido? Pues a Conan le parece el contenedor ideal para echar residuos orgánicos, y, uno a uno, despacha a los esbirros del brujo empujándolos al agujero.

"¡Y uno y dos y tres y cuatro! ¡Vamos, chicos, hacedlo como habíamos ensayado!".

Por desgracia, mientras el bárbaro sacaba la basura, Taras Mordor ha sumido en un trance a Red Sonja y la ha encadenado delante de la gran estatua de dragón. En una aventura de espada y brujería a la vieja usanza, no podía faltar la escena de la damisela escasa de ropa en apuros.

Conan y Taras Mordor se enfrentan cara a cara, pero un hombre, por mucho aceite que se unte en los pectorales y por muchos kilos que levante haciendo press de banca, no es rival para el poder del Ojo del Dragón. A nuestros ojos mortales, la magia del Ojo es indistinguible de la luz de una linterna de gran potencia, pero sus efectos sobre el cimmerio son inmediatos. El brujo aturde a Conan con el poder del artefacto mágico, lo agarra por el cuello y, de un empujón, lo arroja al foso.

La impotente Sonja lamenta la pérdida de su compañero con un melodramático "¡NOOOOOOOOOO!".

"Calla, mujer, o te disparo con mi báculo. ¡Piu-piu!".

Pero no hay motivo para que la guerrera acabe afónica, porque Conan es un hijo de la adusta Cimmeria, tierra de cerros sombríos y desfiladeros en los que susurra el viento, y los cimmerios aprenden a trepar a la edad que otros hombres empiezan a andar. Conan emerge del agujero tan pancho y sube las escaleras al trote para disputar un segundo asalto.

A la vista de que no puede deshacerse de su rival como si de un clínex sucio se tratase, Taras Mordor desencadena a Red Sonja y la utiliza como escudo al mismo tiempo que recurre a la hechicería para someter a Conan, una vez más, a su voluntad. Es una lástima que esos enormes músculos no estén hechos a prueba de encantamientos.

El brujo ordena a Conan que se coloque al borde del balcón, encarando el foso que hay en el piso inferior, y que ejecute un salto triple con tirabuzón hacia su muerte. Sonja, frita ya de que estos machirulos acaparen todo el protagonismo, le sacude un codazo a su captor en el páncreas y huye de él. La diablesa de la espada corre hacia Conan para impedir que participe en las pruebas de salto olímpico, y Taras Mordor la persigue. Pero la concentración del brujo se ha roto, y la espada de Crom, empuñada por el recuperado cimmerio, frena su precipitada carrera de un tajo. Sin miramientos ni licencia para ejercer la medicina, Conan le realiza una traqueotomía al brujo, atravesándole el cuello hasta que la mitad de la espada le sobresale por la nuca. Después, para garantizar el cierre por liquidación, lo empuja al foso.

¿Victoria? No. Una carcajada malévola asciende desde lo más profundo del infierno. "¡Taras Mordor no puede morir!", exclama la voz del brujo. Ante la atónita mirada de nuestros héroes y también del público, la enorme cabeza de un dragón animatrónico, de ojos refulgentes, emerge del agujero. Para ser un bicho construido con vinilo, gomaespuma, fibra de vidrio, bobinas de neón, acero y aluminio, impone bastante.

"Buenas tardes. ¿Es esta la estación de Atocha?".

Los ojos del gigantesco reptil disparan rayos láser que provocan estallidos de humo por todo el escenario mientras los héroes corretean y dan volteretas fingiendo que esquivan su mirada mortal o bloquean los rayos con sus espadas gracias a la "magia" de la tecnología (resumidamente, cuando la hoja de la espada está en una posición determinada, activa el láser por medio de una fotocélula, y este se dispara contra la espada al mismo tiempo que se reproduce el efecto de sonido apropiado).

El plato fuerte del espectáculo, inspirado en la confrontación entre el príncipe Felipe y Maléfica en la película de Disney La bella durmiente, llega cuando el dragón empieza a lanzar auténticas llamaradas sobre nuestros héroes. Conan utiliza un escudo que había por ahí tirado para proteger a Red Sonja y a él mismo del fuego del dragón. El escudo, por supuesto, era ignífugo, y el propio actor activaba con su peso el disparador del lanzallamas desde una distancia segura, para garantizar que ni él ni su compañera acabasen hechos un churrasco; pero aun así apuesto a que más de una vez se les rizaron las pestañas y el vello de los brazos.

¿Quién no ha tenido nunca una digestión pesada?

Finalmente, Conan hunde la espada de Crom en la garganta del reptil, y este regresa a los abismos infernales de los que nunca debió salir.

El cimmerio devuelve el Ojo del Dragón a su lugar, Kallias se recupera de su petrificación instantánea, y los aguerridos héroes celebran la victoria posando en lo alto del escenario como si estuvieran esperando a que Boris Vallejo los retratase para una de sus magníficas pinturas.

El resultado es insuperable.

Chicos, lo habéis clavado. ¡A positivar! Ah, no, que esto es un espectáculo en vivo.

"Una era de magos místicos y guerreros valerosos. Una época maravillosa", dice el narrador. "¡La era de la espada y la brujería!".

Y con esas palabras concluía este espectáculo que tan libremente interpretaba los mitos de Conan, pero cuyos vínculos inesperados con los Masters del Universo me han proporcionado la excusa perfecta para dedicarle este artículo.

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Nota: La primera versión de este artículo se publicó originalmente en la revista Mundo Masters número 13.

8 comentarios

  1. Espere, espere, señor Brocha ¿está diciendo que hubo una atracción de esto..? ¿Y que el tipo que estaba detrás de la misma era el mismo que estuvo tras la famosa (o infame, según se mire) película de los Másters del Universo..? Lo que son los Interneces y las cosas de que se entera una...

    Respecto de la pregunta que plantea... como dice mi tía "está tó inventao". Yo no estoy lo bastante versada en mitología, folclore y cosas de ésas, pero estoy segura que la idea del personaje endosando un artilugio de poder y sobrellevando una mágica transformación heroica debía de estar antes por algún otro lado, y de allí la tomaron tanto los artífices de He-Man como los que estaban detrás del chiringo éste de bárbaros y decorados del Imperio Cobra a tamaño real (no, en serio, todos ésos decorados serpentinos me hicieron pensar en aquél juego de Cefa, que hasta tuvo una expansión: no sé hasta qué punto tendría algo que ver con el mundo conanesco y con los Másters del Universo y aquella tribu de los Hombres-Serpiente que apareció luego como una adición a los Másters buenos, los Másters malos, la Horda y las Princesas del Poder; por demás, es un bonito homenaje a James Earl Jones, que nos deja hoy: actor quizá no todo lo valorado que mereció y grandísima voz).
    A ver si un año de estos me pongo con Conan. El de verdad, el de las historias pulp originales, ése que se parecía más a héroes de aventuras clásicos en plan Errol Flynn o Douglas Fairbanks (o al menos, así es como lo muestran las portadas de las historias originales de los años 20 y 30) que al maromo hipermusculado que todos visualizamos cuando nos hablan de bárbaros. De Robert. E. Howard sólo leí El rostro de calavera, que me encantó hasta el punto de hacer varios dibujos del personaje y empezar a escribir un fanfiction loquísimo con él de villano (amén de varios monstruños de cuño lovecraftiano), pero no tanto como para llevarme a leer más cosas de su autor.

    Como siempre, un placer.

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    1. Pensé lo mismo que tú sobre posibles antecedentes en la mitología o el folclore, pero no encontré nada que me cuadrase tanto como para considerar la identificación aceptable. El mito de Excalibur, por ejemplo, incluye una espada mágica y una "transformación" (de escudero a rey de los bretones), pero la falta de músculos imponentes y aceite corporal me impiden tomarlo como referente. Podría indagar más de lo que lo hice, pero no me apetece.

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  2. El artículo en Mundo Masters está muy bien, pero se echaban de menos más foticas. Esta versión con todas las imágenes es una pasada.

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    1. Gracias. Leer el artículo en papel también tiene su punto, pero aún hay que trabajar el tema de los GIF.

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  3. Bárbaro artículo. ¿Cómo descubriste la existencia de esto?

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    1. Sumergiéndome a fondo en la materia. Rascando el fondo del barril, que diría un angloparlante.

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  4. ¡Vaya espectáculo! ¿Hacemos una petición en change.org para que lo representen en tu parque de atracciones más cercano?

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