Vale, lo admito. Yo nunca he fantaseado con semejante sandez, quizá porque en lo que a fantasía se refiere, siempre me he sentido más identificado *ahem* con la imagen del bárbaro musculoso con taparrabos que lleva una gigantesca hacha en la mano y tiene una moza medio desnuda recostada a sus pies. Pero no os engañéis: ambas opciones son igual de gays.
Ahora bien, según tengo entendido, el prototipo de geek (ese inadaptado social con pantalones sobaqueros y gafas de pasta, aficionado a la informática y fanático de Star Trek) prefiere a los magos, probablemente porque no se ve levantando más peso que el de la bolsa del supermercado pero sí memorizando docenas de hechizos en un idioma inventado.
Y esto es lo que me lleva a la novela de la que hablaré hoy.
Off to Be the Wizard es el primer volumen de la saga de fantasía Magic 2.0, del dibujante y escritor Scott Meyer, autor también de la tira cómica Basic Instructions, de la que jamás oí hablar hasta que busqué su nombre en la Wikipedia.
La novela, la primera de su autor, se publicó en Amazon en 2014 y tiene en este momento una puntuación de cuatro estrellas y media, con más de novecientas reseñas, en Amazon.com. Aunque hay que reconocer que la mayoría de lectores tiene un criterio literario pésimo, las ventas debieron de hablar por sí solas, porque Amazon ofreció a Meyer firmar un acuerdo de edición para escribir dos libros más con 47North, el sello de ficción de Amazon Publishing. A día de hoy, el cuarto volumen de la saga ya está en cocina.
Basic Instructions. Ni me suena ni me interesa. |
La novela trata sobre Martin Banks, un programador joven con un trabajo anodino al que le gusta piratear sistemas informáticos en sus ratos libres, pero sin fastidiar a nadie ni sacar provecho de ello, solo por diversión (¿sabéis?, no me creo que la CIA contrate a todos los hackers que fisgonean en el email de Obama, aunque solo lo hagan para comprobar si él también recibe spam sobre vigorizantes sexuales de potencia explosiva y duradera).
Un día, hurgando en los servidores de un fabricante de teléfonos móviles, Martin encuentra un archivo de texto enorme en el que localiza su nombre asociado a un montón de información prácticamente ininteligible entre la que, a primera vista, reconoce las cifras que corresponden a su altura (en pies, porque los puñeteros estadounidenses se niegan a adoptar el sistema métrico). Por aquello de que lleva mintiendo sobre cuánto mide desde que iba al instituto, Martin decide aumentar la cifra que consta en el archivo para mantener la farsa y, de repente, el pantalón le aprieta en la entrepierna y las cosas están más bajas de lo que estaban la última vez. ¡Ha crecido!
De esta forma tan peculiar, Martin descubre que las personas no somos más que líneas de código de un programa informático y que puede alterar esta "realidad" modificando el fichero que ha encontrado. ¿Mola o no mola?
Todo va como la seda hasta que Martin tiene un encontronazo con dos agentes del Departamento de Tesorería por unos movimientos inexplicables en su cuenta corriente y se ve obligado a transportarse a la pacífica Inglaterra de mediados del siglo XII, donde pretende hacerse pasar por un gran mago gracias a los poderes "mágicos" que le confiere su acceso al fichero. Allí descubrirá que no ha sido el primer genio informático en tener esta misma idea.
Magos de las computadoras, leyendas vivientes. |
El libro tiene una de las premisas más interesantes y novedosas con las que me he topado leyendo fantasía heroica, y sería incluso apropiada para su género hermano (la ciencia ficción) si no fuera porque aquí no hay grandes interrogantes filosóficos del tipo "¿Estamos solos en el Universo?", "¿Hay vida después de la muerte?" o "¿Cuándo inventarán los japoneses una sirvienta-robot que no de grima?". En cambio, lo que sí encontraremos en sus páginas serán tabernas, castillos y números de breakdance. ¡La típica fantasía medieval!
Sin embargo, en el mundo de Magic 2.0, la magia no proviene de fuerzas de la naturaleza, ni requiere de artefactos encantados o pactos con deidades de nombres impronunciables para lanzar hechizos, sino que funciona picando código informático hasta quemarse las pestañas. Por lo tanto, si algo bueno se puede decir de Scott Meyer es que ha encontrado la forma de dar una pátina de originalidad a los clichés del género fantástico.
Además, se nota que el autor le ha dado más de una vuelta al asunto desde el punto de vista "técnico" para evitar el mayor número posible de incongruencias o sinsentidos, lo que significa que salvo que seas un "mago de las computadoras", es difícil que pilles muchos fallos en sus razonamientos. Y si la jerga informática os da apuro, tranquilos, porque todo está explicado y desmenuzado en términos que hasta mi abuela podría entender, desde cómo consigue Martin que su teléfono móvil tenga conexión a internet en la Edad Media hasta cómo hacen los magos para volar cual superhéroes.
Vale, rectifico: quizá mi abuela no podría entenderlo, pero es que ella tiene más de ochenta años y jamás ha tocado un ordenador. De hecho, algunas décadas antes de que yo naciera, desplumaba pollos en una granja. Pero si yo soy capaz de seguir sin problemas las explicaciones que dan, es que no hay nada complicado. ¡Creedme! Estudié letras. No se puede ser más tonto.
Tiene gracia porque es verdad. |
Dicho lo anterior, que os guste o no el libro dependerá en gran medida de que os haga gracia el humor de su autor o al menos os resulte simpático. Quizá penséis que decir de una novela que es simpática es una manera amable de decir que está bien para pasar un rato, pero no es nada del otro mundo. Si, por ejemplo, una amiga que quiere poner fin a tu soltería te dice que una mujer a la que te va a presentar es "simpática", nueve de cada diez veces eso significa que es fea. Pero aunque la simpatía sea su cualidad más destacable, Off to Be the Wizard no es una novela fea.
El humor de Meyer no es del tipo que te pilla desprevenido y te hace sonreír para tus adentros o soltar una carcajada a golpe de ingenio, sino que es más bien del tipo burlesco e inocentón, inteligente, pero no tan agudo como probablemente querría, aunque lo bastante dinámico para no agotar al lector, cosa muy difícil de conseguir cuando pretendes mantener el tono cómico durante más de 370 páginas.
Además, siguiendo una tendencia en auge, el autor también recurre a referencias a la cultura pop para apelar a la nostalgia del lector que naciera entre los años setenta y noventa. Por suerte, la novela no alcanza el nivel de parasitismo que vimos en Ready Player One y, en este aspecto, es de agradecer que se valga sobre todo de instrumentos propios para arrancar una sonrisa al lector en lugar de hacer depender el humor de sus conocimientos inútiles. Dicho esto, no creo que haya nadie en el mundo que a estas alturas no conozca Los Simpsons.
Un unicornio. |
Quizá el mayor lastre de la novela es que, a pesar de su original premisa, no tarda en convertirse en un libro de fantasía bastante tradicional y escrito con sencillez, y hay poco de los personajes o de la trama que llame realmente la atención. El origen del software que permite que el mundo siga su curso es un interrogante interesante pero que a nadie parece preocuparle, y después de que Martin se transporte a la Edad Media y comience su entrenamiento como mago, la novela pasa a ser una sucesión de capítulos en los que simplemente ocurren cosas sin que haya nada importante en juego, o al menos nada que se perciba como importante. Meyer intenta resolver este problema introduciendo un villano con un plan desquiciado que además plantea un curioso dilema ético, pero el giro "inesperado" llega demasiado tarde para ser emocionante e implicarse en él.
Sin duda, la novela hubiera tenido más gancho, en lugar de ser simplemente graciosa y entretenida, si el autor se hubiese ahorrado al villano y la gran pregunta dramática hubiera sido: "¿Conseguirá Martin convertirse en mago?". Pero para que esto funcionase, Meyer tendría que haber hecho mucho más hincapié en las consecuencias del fracaso de Martin y haber convertido el último acto de la novela en una sucesión de pruebas de talento de las que dependiese el destino del protagonista. Y, por si no ha quedado claro, ese no es el caso.
Iba a poner una imagen de los piratas del Scumm Bar gritando "¡Las tres pruebas!", pero esta me ha parecido más apropiada. |
En conclusión, Off to Be the Wizard es una novela de fantasía simpática con una premisa brillante, pero que está lejos de aprovechar el potencial de las buenas ideas que plantea. Si buscáis lectura ligera para pasar unas horas entretenidas, puede valeros. Si no, pasad a otra página.
Yo probablemente dé una oportunidad a sus secuelas, sobre todo si las veo en Kindle Flash a menos de dos euros.
Hoy has publicado pronto! La novela parece prometedora y no había oído nada de ella. A la cola!
ResponderEliminarYo soy más de aventuras más épicas, más aún que dejarse bigote o que, incluso, dejarse barba. Pero no tiene mala pinta. Quizá me lo descargue. Si no tiene tantas referencias como "Ready Player One", mejor que mejor. Menudo choque de cultura pop para un alien (las personas de este mundo, en su gran mayoría, lo pillarían sin tantos datos). Así que, veremos.
ResponderEliminarParece entretenida aunque creo que hubiera sido más interesante si hubiera permanecido en su época y fuera mago en esta.
ResponderEliminarNo la voy a priorizar, pero va a mi lista. Ahora tienes cuatro comentarios, enhorabuena. ¡Eso ya son cuatro más de los que tengo yo en cualquier entrada!
ResponderEliminarJuan Germán Socías Segura: Ya sé cómo funciona eso de las colas y quién no se va a leer esta novela pronto.
ResponderEliminarMiriam Escalada: Para mí lo malo de las historias épicas es que introducen demasiados personajes sin prestar excesiva atención a ninguno. Esta novela tampoco destaca por su desarrollo de personajes, pero al menos no te exige el mismo esfuerzo memorístico que uno de esos tochos atiborrados de nombres y conflictos.
Anonimatus: La novela explica por qué escoge la Edad Media. Y te aseguro que quedarse en su época era una opción peliaguda.
Unacopiadeunacopiadeotracopia: Tiempo al tiempo. Al comienzo, la clave está en darse a conocer.
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