8 de noviembre de 2015

Terence Hill y Bud Spencer en 'La colina de las botas' (1969)

Cuando oís hablar de Terence Hill y Bud Spencer, o bien os encojéis de hombros porque no tenéis ni la más remota idea de quiénes son (MAL), o bien pensáis con nostalgia en aquellas simpáticas comedias italianas protagonizadas por un guaperas rubio sonriente y un gordo barbudo malhumorado que repartían estopa a diestro y siniestro allá por los años setenta y ochenta (BIEN).

Aunque ya hablé brevemente de aquel esperpento cinematográfico que fue El Corsario Negro hace unos añitos, antes o después tenía que dedicarle una reseña como Dios manda a alguna de las diecisiete películas en las que colaboraron estos dos actores italianos, sobre todo para justificar que cada uno de ellos tenga su propia etiqueta en el blog. No es cuestión de crear etiquetas porque sí.

Casualmente, hace un par de semanas aproveché una oferta de 3x2 en DVD para comprarme una de las pocas películas que me faltaban de la pareja: La colina de las botas, la tercera y última parte de la llamada trilogía Colizzi.

¿Y quién es Colizzi? Bueno, empecemos por ahí.

Giuseppe Colizzi, cuyo nombre de pila es para cualquier fan de Los Simpsons inseparable de la expresión "e un mono felice", fue un director, escritor y productor romano al que se recuerda sobre todo por la trilogía de spaghetti westerns que rodó con Terence Hill y Bud Spencer.

Colizzi comenzó a trabajar en el mundo del cine a finales de la década de los cuarenta, primero como asistente de dirección (un correveidile, poco más o menos), y después como director de producción (el responsable de que todo vaya a pedir de boca y de que el dinero del productor no se dilapide en drogas y prostitutas). Además, también hizo sus pinitos como guionista y montador, e incluso escribió un par de novelas entre película y película.

Su debut en la dirección llegaría con Dio perdona... io no, que se traduciría en España como Tú perdonas... yo no, porque por aquí no se mencionaba a Dios a la primera de cambio.

A mediados de los sesenta, los filmes de John Ford y Howard Hawks se consideraban ñoños y anticuados, y el público quería ver westerns más parecidos a la trilogía del dólar de Sergio Leone, producciones italianas de bajo presupuesto en las que los buenos no eran tan buenos, los malos eran muy malos, y todos tenían que sobrevivir en un Oeste polvoriento y caluroso en el que el Séptimo de Caballería no llegaba a tiempo de salvar el día. También fue el boom de los primeros planos de culos de caballos.

Tú perdonas... yo no presentó por primera vez al público a la pareja Hill-Spencer, lo que convierte a Colizzi en su descubridor y desbloquea un logro de 100 puntos en la Xbox 360. Es cierto que los actores habían coincidido antes en un peplum, pero no se cruzaron en el plató y ni siquiera habían adoptado aún sus nombres artísticos. ¿Os suenan los nombres de Mario Girotti y Carlo Pedersoli? A mí tampoco.

Ahora bien, Tú perdonas... yo no no es la típica película de risas y mamporros del dúo italiano. El guión no estaba escrito en tono de comedia, y Terence y Bud ni siquiera eran la pareja protagonista, sino que compartían cartel con el americano Frank Wolff.

Así las cosas, la consagración de la pareja Hill-Spencer no llegaría hasta 1968 con el estreno de Le llamaban Trinidad. Fue este fantástico spaghetti western el que les catapultó al estrellato y con el que surgirían las buddy movies por las que suele recordárseles.

Pero antes de eso, y alentado por el éxito de Tú perdonas... yo no, Colizzi dirigió y escribió otros dos filmes para sus dos amigos: Los cuatro truhanes y La colina de las botas. Las tres conforman la que se ha dado en conocer como la trilogía Colizzi, en honor a otro fulano que se apellidaba igual que el director y que se ocupaba de traer sándwiches de atún durante el rodaje. Creo.

En 1972, Colizzi volvería a contar con Terence y Bud para la exclamativa ¡¡Más fuerte, muchachos!!, en la que la pareja interpreta a un par de estafadores de poca monta que se estrellan en la selva amazónica y montan un negocio de no me acuerdo qué para luego acabar enfrentándose a unos contrabandistas de joyas preciosas. Pasado el tiempo de los spaghetti westerns, Colizzi se ceñiría en esta ocasión a las reglas del slapstick, y el filme fue el cuarto que más recaudó aquel año en Italia.

El último proyecto en el que el director romano se embarcó con sus viejos amigos fue Estoy con los hipopótamos, pero el hombre murió por complicaciones cardíacas antes de sentarse siquiera en la silla del director. Total, tampoco es que fuera un título con el que un cineasta quisiera despedirse del mundo...


Como el tráiler de La colina de las botas es un tanto psicotrópico y no dice gran cosa acerca del argumento, permitidme que reproduzca a continuación la sinopsis de la película:

"Una banda de pistoleros que trabaja para una codiciosa compañía minera hiere a Cat Stevens (Terence Hill), el pistolero errante de ojos azules. La troupe de un circo ambulante le da cobijo mientras se recupera; pero Cat abandona a sus nuevos amigos y sus perseguidores matan por despecho a un trapecista. Buscando venganza, el padre del acróbata (Woody Strode) se reúne con Cat, y juntos van en busca de Hutch (Bud Spencer), que ahora vive apaciblemente retirado con su amigo sordomudo Baby Doll (George Eastman). Todos juntos salvan a un pueblo que vive bajo la opresión de la compañía minera dirigida por el malvado Honey Fisher (Victor Buono)".

Como no sé muy bien cómo calificar esta película con la sutileza y el respeto que se merece, cedo la palabra al doctor Malcolm.



Gracias.

Por suerte para cualquiera que sepa retirarse a tiempo y no tenga tendencias masoquistas (yo no pertenezco a este club, lamentablemente), el desastre se ve venir a la legua. De hecho, viene cabalgando a toda velocidad desde el minuto uno, en el que nos someten a una incomprensible serie de tomas de una mesa de juego alternadas con otras de unos vaqueros bailoteando que no guardan la más mínima relación con el resto de la película ni entre ellas mismas. Para lo que sirven, mejor hubiera sido poner a Claudia Cardinale pensando en las musarañas mirando intensamente al horizonte, que al menos alegra la vista.

Por suerte para vosotros, soy una buena persona.

Esa primera y penosa impresión se confirma en cuanto vemos que el intrépido Cat Stevens, interpretado por Terence Hill, no se libra de sus malvados perseguidores con cuatro piruetas, diez sopapos y una sonrisa de oreja a oreja, sino que acaba tan malherido que se ve obligado a buscar refugio en un circo con enanos, payasos y, lo que es todavía más horripilante, ¡enanos disfrazados de payasos!

Media hora después, la cinta ha descarrilado como el tren del oro al final de La conquista del Oeste y no tiene arreglo.

Si ignoramos que Colizzi era un realizador primerizo y que tampoco tenía un don natural para la dirección, y nos centramos en otros aspectos menos técnicos, lo peor de la película es que su tema central cambia tan pronto como empiezas a implicarte emocionalmente en ella. Y no es que uno pueda implicarse mucho en un western italiano de serie B, la verdad.

Así, la primera parte del filme se desarrolla como si fuera el preámbulo de una historia de venganza: el personaje de Woody Strode ha perdido a su hijo, y el pistolero Cat Stevens se siente responsable de la muerte del chaval y además quiere ajustar cuentas con los que intentaron darle matarile. Hasta ahí, más o menos bien. Pero al poco de ponerse en marcha los dos cowboys para vengarse de los malos a lo Charles Bronson, alguien trastea con el cambio de agujas y empiezan a contarnos las penurias del pueblo minero mientras a Woody Strode y a su hijo muerto les dan morcilla. Es como si en King Kong, el equipo de Carl Denham llegase a la Isla de la Calavera en busca del gorila gigante, pero una vez allí, y después de haber visto al gran Kong, se dedicase a enseñar inglés a los nativos para que compitan en un concurso de ortografía.

Por favor, recuérdame de qué porras iba esto.

El tono de la cinta tampoco está bien definido y se menea más que la diligencia de... La diligencia. Tengo que trabajar estas comparaciones. Al principio y durante la mayor parte del metraje, La colina de las botas parece un western serio como los de Leone, mediocre, pero serio. Sin embargo, cuando llega el último acto, sin comerlo ni beberlo, se monta una pelea en el saloon que parece sacada de cualquiera de las películas posteriores del dúo Hill-Spencer y que es tan gratuita como incongruente. Además, hace a uno preguntarse a quién narices se le ocurriría la "brillante" idea de emparejar a Bud Spencer con George Eastman (el actor, no el fundador de Kodak); al lado del gigantesco Eastman, incluso el metro noventa de Spencer se queda pequeño.

También hay algunas escenas sin propósito que rellenan metraje con descaro, como ocurre con el asalto nocturno a la cabaña, que aporta menos a la trama que los títulos de crédito y en el que ni siquiera aparecen los protagonistas. ¡Creía que para eso ya estaban las tomas de culos de caballos!

Tortazos, haciéndote reír hasta que cumpliste seis años.

Sin embargo, no todo es tan malo como una visita al proctólogo.

Sorprende, por ejemplo, la escena que sucede a la caída del acróbata, en la que se intercalan tomas del espectáculo circense y los aplausos del público con imágenes casi estáticas del cadáver despatarrado en el suelo. Casi parece el trabajo de un director con talento.

Destaca también la interpretación de Woody Strode, atleta y secundario de indiscutible presencia física, que da vida al personaje más interesante del filme, pero que queda relegado a un segundísimo plano en cuanto entra en escena Bud Spencer. Su personaje es un saltimbanqui, pero se entrevé que tuvo un pasado más sombrío como pistolero, y estoy convencido de que, en alguno de los borradores del guión, el trapecista al que defenestran era su noviete y no su hijo, porque el chaval tiene un aire delicado que tira para atrás y hay una química entre ellos dos que ni entre Espinete y Don Pimpón. Y no olvidemos que Woody Strode venía de rodar Espartaco, la peli de Stanley Kubrick en la que se discute sobre ostras y caracoles.

El Peter Mensah de antaño.

También voy a contar como puntos a favor la banda sonora de Gianfranco Plenizio, consumado director de orquesta; la presencia de Victor Buono, que hacía de rey Tut en la serie de Batman de los años sesenta (¡en la que también apareció Woody Strode un par de veces!); y la toma final con Terence y Bud alejándose a caballo bajo el sol del amanecer, porque pese a lo manida que es, pone punto final a hora y media de sinsentidos.

Por último, reconozco que la idea del circo es original y poco frecuente en el género; pero también lo es mezclar sexo y sándwiches de pastrami, y George Constanza sabe que no es una buena idea.

Ja, ja, qué buono... Matadme.

En conclusión, preferiría hacer autodefinidos antes que volver a ver La colina de las botas. Si ni siquiera una caterva de payasos enanos consiguen salvar una película, nada en este mundo ni en la Zona Negativa o la Dimensión Desconocida puede hacerlo. Solo los seguidores acérrimos del dúo Hill-Spencer deberían ver esta cinta.

9 comentarios

  1. Una pena que un duo tan bueno tenga una peli mala en sus inicios, supongo que la escena de la pelea es lo que hizo ver el potencial que tenían estos dos para el slapstick.

    Una pregunta que no viene a cuento ¿quien ganaría en una pelea? ¿Bud Spencer o M.A. Barracus? ¿Quien ligaría más? ¿Terence Hill o Fénix?

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  2. Me sentí estafado cuando me puse a ver un buen día Tu perdonas, yo no. Creía que era otra de esas comedias absurdas de este dúo dinámico y resulto que era seria!!! Y aburrida. Total, que yo de Bud Spencer y Terence Hill en el oeste me quedo con Le llamaban Trinidad y su secuela, aunque no era tan buen como la primera.

    Y si, la Cardinale estaba para parar un tren.

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  3. Anonimatus: ¡Qué gran idea has tenido para un crossover! Alguien debería escribirlo.

    Joakin Martinez Rodriguez: Le llamaban Trinidad es el mejor western que hicieron juntos. Con diferencia. Mucha diferencia. Tanta diferencia que necesitaría varios párrafos más para meterla en esta respuesta.

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  4. Aaaaaah!Bud Spencer y Terence Hill...la primera película que fui a ver al cine salían ellos repartiendo mamporros ( por esa época las salas hacían sesiones 2x1, la primera que proyectaron era blanca nieves)...recuerdo la escena en que están peleando contra un montón de tipejos y Bud Spencer responde al teléfono, le dice a un tío que va hacia él que espere y cuando cuelga, le mete un mega bofetón de los suyos!si señor!Todavía recuerdo las pelis que hacían en los inicios de tele cinco.. dos super dos,dos super policias,quién tiene un amigo tiene un tesoro..eso si Banana Joe, protagonizada por Bud Spencer tenía la mejor canción de todas...como enganchaba...OH BANANA NA NA JOE TU ERES...OH BANANA NA NA JOE...gran entrada!

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    Respuestas
    1. Soy yo el único que pronuncia esa canción así: "/Joe/ o Banana na na /You/"?

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    2. Mi aportación: https://www.youtube.com/watch?v=AQhB5NZBk2U

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  5. Quien no se ha reido con una peli de manporros de bud spencer y terence hill lo malo es cuando te ves 3 seguidas que aburren

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  6. Alex Serfouhi (y cía.): ¡No puedo parar de escuchar la condenada canción! ¡Malditos!

    Alberto Blanco: ¿Tres? ¿Tantas?

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  7. LlamemePacheco29/6/16 04:31

    QEPD Bud Spencer

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