Siempre me han atraído los personajes más grandes que la vida misma, aquellos que dejan una huella indeleble en la historia y un montón de estatuas mutiladas, y como su propio nombre indica, no los hay mucho más grandes que Alejandro Magno, cuyo imperio era de agárrate y no te menees. ¡Hasta el nombre de su caballo ha llegado a nuestros tiempos! Imaginaos qué vergüenza post mortem si llega a llamarle Azucarillo en lugar de Bucéfalo.
En cuanto a los libros en sí, aunque ya ha llovido mucho desde finales de los noventa, mi memoria me dice que Manfredi supo hacer justicia al personaje. Eran entretenidos, la historia estaba fenomenalmente hilvanada, y además aprendías bastante con ellos, lo que siempre viene bien para hacerte el interesante cuando se te acaban los temas de conversación en la barra del bar. ¿Os he contado ya la anécdota del nudo gordiano?
Dicho esto, el resto de novelas que he leído de Manfredi, y especialmente La última legión y Quimaira, fueron un auténtico y genuino chof. Las calificaría de meh, si no fuera porque el meh lo reservo para los productos mediocres. El chof representa mejor la ligera decepción que sentí al terminar estos libros.
No obstante, cuando vi que Manfredi había publicado una nueva novela "histórica" basada en La Ilíada de Homero, que hace tres mil años definió la épica con sus poemas, tuve buenas vibraciones (o tal vez gases, pero preferí pensar que eran buenas vibraciones). Incluso presentí que podía estar ante un nuevo Alexandros, un libro que podría colocar orgulloso en la estantería y enseñar a las visitas en lugar de esconderlo en el trastero con los libros de Indiana Jones y Buffy la Cazavampiros para evitar preguntas incómodas.
Pues bien, hace un par de semanas terminé de leerme esta novela y no sólo me gustó, sino que me quedé con ganas de más, igual que con esos vasitos de brownie tan pequeños que sirven en algunos restaurantes. ¡Malditos postres en miniatura! Por suerte para mí y para cualquier otro lector ávido de aventuras homéricas, la segunda parte de esta dilogía, basada en la La Odisea, se publicará en España hacia finales de este mismo año.
De momento, y como el poco italiano que entiendo sólo me sirve para saber qué voy a comer cuando pido rigatoni al forno en un restaurante, tendré que conformarme con haber leído la primera parte, titulada en España Odiseo: El juramento, porque Il mio nome è Nessuno - Il giuramento es menos comercial.
Manfredi, carcamal, has vuelto a conseguirlo. |
La novela relata en primera persona la vida y milagros del héroe itacense Odiseo, conocido por los romanos como Ulises y por la generación que nació entre finales de los setenta y principios de los ochenta como Ulises 31, y abarca desde su nacimiento en la isla de Ítaca, con eventos tan importantes como su primera y casi fatídica caza de jabalí, hasta su participación en la guerra de Troya, en la que Odiseo jugó un papel fundamental. De hecho, me permito recordaros si no llega a ser por él y su idea del caballito de madera, otro gallo hubiera cantado en la lucha entre griegos y troyanos. Y probablemente a los virus troyanos se les hubiera llamado de otra manera.
El título del libro hace referencia al famoso juramento que realizaron los pretendientes de la hermosa Helena de que acudirían en ayuda del que fuera elegido como su esposo en caso de que alguien se la disputase. La idea la tuvo el propio Odiseo, que a pesar de ser tan amarrete que ni siquiera llevó regalos a la princesa pretendida, se las ingenió para evitar una guerra civil entre los pueblos griegos y, de paso, encontró una esposa en Penélope, menos agraciada que Helena pero más maja que las pesetas, ¡y no veáis cómo cosía! Fue una pena que Odiseo no contase con que una vez desposada Helena, la "raptase" el afeminado Paris, un príncipe troyano destinado a armar la gorda.
Clavado a Kurt Russell en La cosa. |
Manfredi rellena los numerosos vacíos dejados por Homero para cubrir y dar sentido a los años que transcurrieron antes de que Odiseo se embarcara rumbo a Troya, para después, en el último tercio de libro, meter de lleno a su protagonista en eventos más conocidos por los amantes de la mitología y del cine de espadas y sandalias, en los que se dan cita héroes de la talla de Aquiles, Héctor, Ajax y Batman. No, esperad, Batman, no. Eso hubiera molado demasiado.
Por lo demás, Odiseo es un personaje que agrada al lector y con el que resulta fácil identificarse. De todos los grandes héroes que participaron en la guerra de Troya, sin duda es mi favorito, porque prefiere resolver los problemas con la cabeza antes que con su espada. Si Odiseo jugara al Indiana Jones and the Fate of Atlantis, escogería el camino del ingenio, no el de los puños, pero tampoco renunciaría a zurrar la badana a los nazis si fuera la única alternativa posible. Además, aunque a veces peca de sabidillo, su moral a prueba de balas, un tanto anacrónica, hace que sea fácil simpatizar con él. Quiere a su esposa y a su hijo, tiene perro, trata bien a sus esclavos, intenta evitar una guerra… Que tuviera que cortar algunas cabezas aquí y allá o permitiera la rifa de mujeres troyanas tras la conquista de la ciudad, era inevitable. Uno no se pasa diez años batallando sin ver o cometer alguna atrocidad. Pelillos a la mar, suele decirse después.
A caballo regalado no le mires el diente, pero al menos asegúrate de que no lleve un ejército invasor en sus tripas, ¡concho! |
Una de las mayores virtudes del libro es que da rigor cronológico y un barniz de realismo a la epopeya de Homero, que, por pertenecer a la época que pertenece (la Antigüedad clásica, poco después de que el hombre dejara de cabalgar a lomos de los dinosaurios, según los creacionistas), está repleto de elementos fantásticos, como héroes semidivinos a los que nadie puede derrotar en batalla y dioses que descienden del Olimpo para evitar que sus guerreros predilectos se conviertan en pinchos morunos.
Manfredi no renuncia completamente a la fantasía, porque ésta forma parte inseparable del ciclo troyano, pero depende del lector ver en los sueños de Odiseo y sus encuentros con lechuzas algo más que meras casualidades o los productos de una mente adormecida. Desde luego, si yo sueño que he estado en un jacuzzi con Xena la Princesa Guerrera, Daenerys Targaryen y la señora Brady, no pienso que tenga línea directa con Afrodita, me limito a agradecérselo a mi subconsciente. Odiseo, en cambio, se queda sopa en el puente de su barco y al rato ya se cree que está hablando con Atenea. Lo mismo le pasaba a Seiya, Caballero de Pegaso; pero con las somantas de palos que recibía el chaval tampoco me extraña.
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Aquiles ataca a los troyanos apoyado por Atenea y Poseidón. O razones por las que nadie debería consumir LSD. |
Otro aspecto que me ha gustado mucho del libro son los paréntesis que hace de vez en cuando para tratar otros mitos de la Antigua Grecia. De boca de su padre Laertes, uno de los tripulantes de la nave Argos, Odiseo escucha las aventuras de Jasón y los Argonautas para hacerse con el vellocino de oro, y también recibe noticias de Heracles, condenado a expiar el asesinato de su familia con trabajos imposibles a las órdenes del rey Euristeo. Las historias de estos héroes de acción de la Antigüedad llegaron a interesarme tanto o más que la trama principal. Además, aunque su presencia en el libro pueda parecer gratuita, sirven también para desarrollar la idiosincrasia del propio Odiseo, en el que cala muy hondo ser testigo de la caída del viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo, cada uno con sus propios mitos y leyendas.
Además, aunque no es un requisito para seguir la historia ni mucho menos, creo que la lectura se disfruta más cuanto más sabes sobre mitología, porque entonces puedes identificar los guiños que introduce Manfredi y ver cómo reviste lo fantástico de realismo para ofrecer un relato al que, a pesar de ello, no le falta la épica del original. Mirándolo por el lado malo, si conoces muy bien la historia, también sabes de antemano quién va a palmar, cuándo y a manos de quién, por lo que es muy difícil que algo te sorprenda. Spoilers, ya sabéis.
En definitiva, si os gustó la trilogía de Alexandros, la mitología griega os apasiona, o queréis leer sobre "el divino Odiseo" y la mayor epopeya jamás contada, deberíais incluir El juramento en vuestra lista de libros pendientes.
Pues tiene buena pinta (y tengo intención de leerme Ulises de Joyce, pero seguramente esta sea una lectura más saludable).
ResponderEliminarTengo curiosidad por ver como narra la Odisea omitiendo lo fantastico, porque con las sirenas, la escyla, circe y compañía lo tiene más jodido que aquí (aunque no ver a Ares repartiendo estopa tiene que hacer que pierda un poco).
pd: ¿Supongo que aquí Aquiles no se peleara con un rio, no? (uno de los momentos más LOL que he leído jamás XD)
La novela suena interesante aunque lo de darle a Ulises unos valores morales anacrónicos más propios de esta época me echa un poco para atrás, me preocupa que acabe como el Hércules que interpretaba Kevin Sorbo.
ResponderEliminarParte de la gracia de leer sobre los héroes mitológicos estaba en el hecho de que no eran todo el rato ejemplos de virtud.
eter: Aquiles cruza el río y se enfrenta a la corriente, pero ninguno se pone farruco con el otro ni se lían a tortas.
ResponderEliminarAnonimatus: Odiseo no es perfecto y comete errores, pero sí, su brújula moral apunta al lugar correcto. De todos modos, no es el Hércules de Kevin Sorbo. Para empezar, no usa suavizante para el pelo.
Anotado, querido señor brocha, este tipo de libros sobre novela histórica con un poco de mitología de por medio me gustan mucho, yo ahora estoy terminando la trilogía de Santiago Posterguillo sobre Publio Cornelio Escipion y (las Legiones Malditas, Africanus y la Traición de Roma) y además de descubir la vida e historia del protagonista, te traslada a esa época y te cuenta cómo es el senado, las magistraturas, las fiestas, los vicios y en definitiva la vida romana en el siglo II AC. Te los recomiendo.
ResponderEliminarGracias por la recomendación. Los apunto a la larga lista. ¿De con qué se limpiaban los romanos el culete después de cagar dicen algo?
EliminarLas sábanas y demás mantelería blanca la lavaban con orina humana pues el amoniaco devolvía el color blanco a lo que dejó de serlo. Con respecto al papel higiénico tendré que indagar...
Eliminarusaban una esponja comunitaria brocha
ResponderEliminarYa sé que es un off topic como un destructor imperial de grande, pero tiene usted que ir a ver la película de Lego. Si alguna vez en su vida, aunque haya sido una tarde, ha jugado con un juego de construcción, un Tente, un Lego, un Exin castillos, un mecano... no saldrá decepcionado.
ResponderEliminarMierda. Por tu culpa tendré que comprarlo.
ResponderEliminarY de venganza, por favor échele el ojo a "Puertas de Fuego" de Steven Pressfield.