Juego de Tronos: Valar Morghulis

Yeeeehaw! ―exclamó el Tipo de la Brocha, sintiéndose por fin libre de las férreas ataduras de la televisión británica.

Ese, por si no lo habías deducido por vosotros mismos, ha sido mi grito de liberación narrado en tercera persona. Algo bastante penoso, la verdad. De hecho, creo que es la segunda vez que empiezo una entrada de esta forma, así que, para colmo de males, resulta que me repito. ¿Debería borrar este párrafo y el anterior y comenzar desde cero?

No hace falta que respondáis. Seguro que acabaré eliminándolos igualmente el día que revise esta entrada al azar y vea que empieza con una estúpida onomatopeya. Entonces me llevaré las manos a la cabeza y me preguntaré a mí mismo en qué narices estaría pensando. En fin...

Último episodio de la segunda temporada, el décimo tras el espectacular Aguasnegras. ¿Opinión breve y concisa, o todo lo concisa que puede ser dentro de los límites de mi habitual verborrea? Entretenido, sorprendente y, por momentos, incluso emotivo; y si bien es cierto que necesitaría tragarme todos los episodios de esta temporada de nuevo para asegurarlo, cosa que no pienso hacer hasta que salgan en DVD, probablemente este Valar Morghulis se sitúe entre mis preferidos.

La única pega seria que se me ocurre es que tenía muy poco de season finale. Salvo por la aparición insospechada del ejército de "romerozombis", podría haber sido un episodio cualquiera. Considerando, por ejemplo, cómo terminó Aguasnegras, la parte de la historia que se desarrolla en Desembarco del Rey podría haberse reservado para el primer episodio de la tercera temporada; de este modo, los espectadores que, al igual que yo, no se hayan leído los libros no sabrían qué suerte había corrido Tyrion hasta dentro de un año. Y teniendo en cuenta que el enano encabeza la lista de personajes favoritos de la mayoría de seguidores de la serie (no la mía), hubiera sido un cliffhanger de los que joden un montón, pero aseguran buenos índices de audiencia.

Por otro lado, ya hay que ser tonto para pensar que alguien se puede morir por un pequeño corte en la cara. Deberíais ver la escabechina que me hice yo en la barbilla el jueves pasado al afeitarme. ¡Medio rollo de papel higiénico tuve que pegarme para cortar la hemorragia! Aquello sí que fue como para ir a urgencias y no lo de Tyrion.

Y ahora, ¿por dónde empiezo?

Plof.

Sí, seguramente esa sea la última imagen que queríais ver. Yo mismo pienso que poner al semental de Tywin a cagar delante de la cámara le quita fantasía y épica al episodio, y solo puedo suponer que los productores pretendían arrancar algunas carcajadas a los miembros de la audiencia que están en la edad mental de jugar con el teléfono Ring Ring Rueditas de Vtech. Y es que si lo que trataban de mostrarnos es el desdén de Tywin hacia la corte, esto ya quedaba bastante claro desde el momento en que ni se molesta en bajar de su montura para recibir los agradecimientos de su nieto y ese pin tan chulo de la Mano del Rey.

Al menos esta escena da pie a ese inesperado momento en el que Margaery Tyrell, recientemente enviudada del amante de su hermano y con un escote que desafía las inclemencias del próximo invierno, pide a Joffrey su mano en matrimonio. Quealguienleparelospiesporfavor. Está bien que la chica quiera ser reina, ¿quién no querría serlo?; pero quizá, solo quizá, debería dejar de ver películas Disney y conectarse de vez en cuando a Internet. La gente no edita vídeos de Joffrey recibiendo bofetones durante diez minutos porque le caiga bien el chaval ni porque apoye la violencia como método de enseñanza. Este chico es un demonio, como el de aquella calamitosa película de John Ritter, y debe morir.

Meñique, recuerda lo que dijo Seinfeld: "Mirar un escote es como estar observando al Sol, no lo haces fijamente. Es muy arriesgado. Miras de pasada y luego disimulas".

La única persona que se alegra del nuevo enlace es Sansa, que después de ser repudiada públicamente por Joffrey, se marcha de la sala del trono sonriendo con sinceridad por primera vez en toda la temporada.

Diría que bien por ella, que lo disfrute mientras pueda y que viva la vida loca. Sin embargo, me da en la nariz que la chavala no ha reflexionado una mierda acerca de la situación tan penosa en la que la deja el desaire de su ex prometido. O saca del armario la ropa sexy y empieza a menear el culo, o a lo mejor acaba como su padre, oteando el horizonte desde una pica sin manos con las que espantar a las moscas.

Sansa sonriendo da más grima que el brujo de Qarth.

De camino a Desembarco del Rey, continúan las desventuras de Brienne y Jaime, que, como sospechaba, forman una excelente y divertida pareja, aunque habrá que ver cuánto dan de sí los chistes sobre la escasa feminidad de la guerrera, que, sinceramente, tampoco es para tanto. Y es que si bien es cierto que Brienne empieza con algunos gin-tonics de desventaja respecto de otras mujeres, la actriz tampoco es fea, fea; lo que ocurre es que el personaje le obliga a poner cara de estar reteniendo gases. Además, recordemos que la serie es británica y, en general, las inglesas no destacan por su belleza. Están bastante bien pertrechadas en lo que se refiere a capacidad pulmonar; pero guapas, lo que se dice guapas, no son. Y allí la cerveza es cara y se sirve caliente.

En cualquier caso, es un placer ver a Brienne desenfundando sus armas y haciendo lo que mejor se le da: escabechar a la gente. Ya sabemos que el Matarreyes es un maestro con la espada, pero en su estado tendrá que andarse con ojo si quiere librarse de su carcelera por la fuerza. Quizá le convenga más ponerle ojitos tiernos y cruzar los dedos para que a su guardiana se le haga el culo Pepsi Cola.

-Parece un pato, pero si ladeas la cabeza, ¡tachán!, es un conejo. ¿Lo ves?

Stannis Baratheon, que, según se ve, aprendió la técnica del Shunkanido en el planeta Yadrat, ha regresado a Rocadragón derrotado y con el rabo entre las piernas, lo que ha provocado que en su cara habitualmente inexpresiva asomen arrugas de exasperación. ¿Y quién le condujo hasta esta situación tan patética con promesas de victoria? La sacerdotisa roja.

Así las cosas, no me extraña que a Stannis le entren ganas de estrangular a su amante. Es una bruja y es pelirroja; hasta donde yo sé, en la Edad Media, cualquiera de esos dos motivos bastaba para atarte a un palo y convertirte en el centro de atención de una barbacoa multitudinaria.

Ahora, claro, tenemos un ministerio de igualdad y todo es diferente. Por eso, ese tipo de actos deben cometerse con discreción. Por ejemplo, si atizas a una mujer en la cara, tendrá que disimular el moratón con maquillaje, y el maquillaje te cuesta dinero; en cambio, si la sacudes en el vientre, es más difícil que los golpes dejen señal, y aunque la dejasen, a no ser que vista como una golfa, nadie se va a enterar. Todo esto y mucho más lo podéis aprender en mi nuevo libro: 101 formas de maltratar a tu mujer sin que nadie se entere... salvo ella.

¿Aún seguís leyendo? Bien, porque todavía estoy planteándome qué hacer a continuación, si ensalzar las bondades del régimen stalinista o meterme con los enfermos mentales. Creo que me inclino más por lo segundo.

El Tipo de la Brocha desaprueba la violencia de género, por merecida o divertida que sea. No así los chistes de mal gusto.

Theon Greyjoy... Tsk, tsk, tsk... Encima que el pobre hace el esfuerzo de dar un discurso de esos que quedan para la posteridad y que es capaz de prepararse a pesar de no haber pegado ojo en toda la noche por culpa de las malditas vuvuzelas, sus propios hombres van y lo traicionan. Qué putada. No digo que no fuera un resultado previsible, porque cuando tus opciones son vivir para ver otro día, o morir y aparecer en los libros de historia, no es como para darle muchas vueltas; pero aun así, no hay derecho. Theon ha conseguido caerme tan mal y darme tanta lástima y asco a partes iguales que ya no concibo la serie sin él.

Y, a todo esto, ¿alguien puede decirme por qué acaba Invernalia como si hubiera servido de cuadrilátero para un kaiju death match entre Godzilla, Mothra y King Ghidorah? En primer lugar, no tiene sentido que sean los propios guerreros del hierro los que han arrasado la ciudadela, porque, sinceramente, parece un montón de trabajo para solo veinte hombres, y soltarle al enemigo "Sí, sí, ahora salimos. Esperad que prendamos fuego a todo este sitio" tampoco es forma de rendirse. Y en segundo lugar, si esto es obra de los soldados del bastardo, voy a necesitar que alguien me explique sus motivaciones con marionetas hechas con calcetines, porque habiendo ya tres bandos partiéndose la cara, no me parece que sea buen momento para ir por libre. Me dio la impresión de haberme perdido algo.

El que abra una clínica dental en las Islas de Hierro se forra.

Por otro lado, tampoco puedo dejar atrás Invernalia sin hablar brevemente del maestre Luwin. No creo haberlo mencionado ni una sola vez en las doce entradas que he escrito sobre Juego de Tronos, y sin embargo, ha sido un personaje al que he ido cogiendo cariño poco a poco a lo largo de esta segunda temporada casi sin ser realmente consciente de ello.

Por desgracia, a no ser que el maestre vuelva en forma de zombi para devorar el cerebro de sus jóvenes y prófugos pupilos, el pobre ya no hará otra cosa que alimentar a los gusanos y cumplir así su última función en el ciclo de la vida. ¿Que me da mucha pena? No lo niego. Donald Stumper es un gran actor y el personaje se hacía querer, y desde luego he lamentado más su muerte que las de Ned Stark y Khal Drogo (a fin de cuentas, el primero era un idiota redomado y se merecía lo que pudiera ocurrirle, y el segundo se murió por infectársele una heridita que se hubiera curado con un poco de agua oxigenada y una tirita). Le dedicaría un poema si no fuera porque es la una de la madrugada y mañana tengo que levantarme temprano.

-Cuida de los niños por mí, Osha. Y dile a Bran que se corte el pelo, parece una niña con bigote.

A las afueras de Harrenhal, Arya y sus amigos Gendry y *sigh* Pastel Caliente se reencuentran con su salvador, Jaqen H'ghar, que ofrece a la muchacha la oportunidad de acompañarle más allá del mar Angosto, a Braavos, para aprender los caminos de la Fuerza y de los fabulosos tintes para el cabello.

Arya rechaza la propuesta porque desea reencontrarse con su familia y no quiere que le roben protagonismo, así que, en lugar de llevarla consigo, Jaqen le da una moneda para las tragaperras y comparte con ella un santo y seña incomprensible por si algún día cambia de opinión y decide hacer turismo por Braavos.

Luego Jaqen va y se cambia de rostro como si fuera un cazador de critters...

Damos un gran salto de costa a costa hasta Qarth, donde, tras superar una serie de pruebas místicas (cameo de Jason Momoa como Khal Drogo incluido), Dany acaba hecha prisionera junto con sus dragones en la Casa de los Eternos. Por suerte, la rubia platino apenas pasa encadenada medio minuto, que es lo que tardan sus dragones en prender fuego a Pyat Pree y dejarlo hecho un churrasco. Después de tanto truco de magia, no me esperaba que el brujo tuviera menos reflejos que un espejo de corcho; pero es lo que hay.

Mención aparte merece el destino que Dany reserva a doble X y a su traicionera sirvienta, que me hace pensar que la Madre de los Dragones no es tan buena persona como yo creía que era. Quemar viva a la bruja que mató a tu marido y a tu hijo no nato es una cosa; pero encerrar a un par de pícaros oportunistas en una caja fuerte mal ventilada es una crueldad. Al menos podía haberles dejado un par de Bollicaos y algo para leer.

En la última imagen que publiqué de la pareja, él le estaba abrillantando el pandero.

Y ya solo nos queda por comentar lo poco que ocurre al otro lado del Muro, empezando por la muerte de Qhorin Mediamano a manos de Jon Nieve. Se suponía que este veterano de la Guardia de la Noche, curtido en las duras tierras del Norte, iba a ser la hostia en vinagre, un cabronazo matasalvajes y un guerrero legendario de esos que nacen cada mil años; sin embargo, lo único que hemos visto de él es su nula capacidad de previsión y un maravilloso plan de infiltración consistente en dejarse matar por un novato. No querrán que aplaudamos, ¿verdad?

Con todo, ese no es el momento destacado del lugar, porque nada puede compararse con la impresionante llegada al tercer toque de trompeta de las hordas zombis dirigidas por un Caminante Blanco montado a lomos de un corcel no-muerto. Admito que esto sí que no me lo esperaba, y me ha gustado más que a un tonto un lapicero.

-¡Seguidme! ¡Conozco el camino!

En conclusión, y a pesar de todos los altibajos, voy a darle a esta segunda temporada un notable alto: 8 sobre 10. Y en negrita, además.

Habrá quien diga que esta temporada no alcanza la calidad de la primera, y ciertamente la trama es menos fluida y los diálogos pecan con frecuencia de explicativos y reiterativos, quizá por haberse alejado en mayor medida de la obra original; pero los dos últimos episodios me han dejado muy buen sabor de boca y, gracias a los chupitos de vodka, tequila y Baileys, soy incapaz de recordar más allá de eso. Por lo tanto, ahora mismo no descarto repetir esta maratón de entradas cuando se emita la tercera temporada en 2013.

Además, si luego recapacito y cambio de opinión, solo tengo que modificar este párrafo para no desdecirme. Mi maldad no conoce límites.