La prueba del tiempo: mis juegos de NES

El otro día estaba paseando tranquilamente por la calle, pensando en cómo revolucionar la industria de los castillos hinchables, cuando la siguiente frase llegó a mis oídos:

Los videojuegos de antes eran mucho mejores que los de ahora.

Yo soy goma, tú eres cola. Vale, seguro que el Pac-Man de toda la vida le da mil vueltas al Hannah Montana de Nintendo DS, aunque solo sea porque el primero no provoca hipoxia cerebral; pero, por favor, que nadie me diga que el Street Fighter II es superior al Street Fighter IV sin haber jugado a ambos juegos en fechas recientes, porque la nostalgia confunde los recuerdos.

El caso es que a raíz de aquello me pregunté: ¿Qué tal habrán aguantado mis viejos cartuchos de NES el paso de los años?, ¿seguirán siendo igual de divertidos o serán prácticamente injugables? ¿Existe la palabra injugables? El diccionario de la RAE dice que no.

Con estas dudas rondándome la cabeza, me dije que podía comprobar todo eso por mí mismo y, además, escribir un artículo sobre el tema. He aquí el resultado.

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Pinball (1987)

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Detrás de unos de los nombres menos imaginativos de la historia de los videojuegos, encontramos un juego de pinball sencillo y muy entretenido, con los imprescindibles flippers y bumpers, pero también con elementos más inusuales, como focas, pingüinos y pollitos.

El fontanero bigotudo de Nintendo pone la guinda al pastel con una pantalla de bonus a la que los nintenderos apuntábamos con anhelo, no ya para ganar puntos, sino para ver a Mario rescatando una vez más a la damisela en apuros.

Pinball supera la prueba del tiempo con honores, aunque se hubiera beneficiado de alguna melodía extra. Aquí tenéis el 72% de la música del juego:

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Super Mario Bros. (1987)

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Notable, por supuesto. El manejo es un poco más tosco de lo que recordaba o mis dedos más gordos, pero se le coge rápidamente el tranquillo. Además, la música de Koji Kondo enseguida consigue que dejes de prestar atención a esas minucias. ¿Quién sería capaz de olvidar aquellas magníficas melodías que Nintendo ha reutilizado hasta la náusea? Un enfermo de alzheimer, claro.

Dicho esto, no creo que haga falta añadir más acerca de un título que marcó un antes y un después en la industria del ocio electrónico. Además, es probable que cualquier cosa que escriba ya la hayan mencionado otros antes. No obstante, me arriesgaré con esto: ¿Sabíais que en el texto que figura en el reverso de la caja española del juego, Bowser aparece identificado como "el diablo de la tribu de las tortugas"? ¡El diablo!

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Super Mario Bros. 2 (1989)

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Los más enteradillos ya sabréis que este cartucho fue el resultado de coger un videojuego inédito en Occidente y sustituir a los personajes elegibles por las caras más conocidas de Nintendo. Los ignorantes podéis enteraros de qué va el tema leyendo este artículo, o confiando en la validez del preconocimiento natural como hacía ese idiota de Platón.

Cabe señalar que al sector más conservador del público no le agradó este experimento, porque el juego no se parecía en nada al primer Super Mario Bros. Lanzabas nabos, Bowser no era el villano y tenías que derrotar a un dinosaurio rosa travestido lanzándole huevos. A otros, en cambio, no nos preocuparon las diferencias. Super Mario Bros. 2 es mucho más divertido y completo que el, llamémoslo así, verdadero Super Mario Bros. 2, posteriormente relanzado como The Lost Levels.

No obstante, si en algo se parece este juego a su predecesor, es en que el tiempo no ha hecho mella en ninguno de los dos. Es más, puede que Phanto sea la causa de los 200 euros mensuales que pago a mi psiquiatra para curar mi manía persecutoria.

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DuckTales (1990)

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En opinión de la gente que sabe, DuckTales cuenta con algunos de los temas musicales más memorables de la historia de los videojuegos, y ello a pesar de las evidentes limitaciones técnicas de la NES, que tiene menos capacidad de procesamiento que mi tostadora. Si a esto le sumamos el gancho de la serie PatoAventuras y el carisma del tío Gilito, así como una jugabilidad sobresaliente, a ver quién es el guapo que duda de que estemos ante uno de los mejores juegos de la 8 bits de Nintendo.

Mi manejo del pogo-salto, por cierto, sigue siendo excelente. Creo que esta una frase que utilizaré en mi próxima cita romántica. Si cuela, cuela.

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Tetris (1990)

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Rusia ha aportado grandes cosas a la humanidad: vodka, compositores eminentes (alcohólicos en su mayoría), vodka, Iván Drago, Zangief, vodka... y el Tetris. Echad un vistazo a las imágenes que acompañan este texto y rememorad aquella melodía de El Cascanueces que vuestra NES reproducía con su modesta CPU.

El Tetris jamás pasará de moda, y aunque la realidad virtual dé un gran paso adelante, hacer líneas seguirá siendo divertido o, al menos, vintage. Sea lo que sea eso.

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The Simpsons: Bart vs. The Space Mutants (1991)

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A principios de los 90, el rebelde Bart Simpson era un modelo a imitar por niños de todo el mundo. La serie vendió camisetas, tazas, muñecos, cromos, tebeos y, por supuesto, videojuegos. Si no me confundo (y si me confundo, da igual, porque nadie es perfecto), los primeros videojuegos de Los Simpson fueron Bart vs. The Space Mutants y el The Simpsons Arcade Game de Konami. A día de hoy, es difícil decir cuál de los dos es peor.

Bart vs. The Space Mutants hace comparativamente fácil el Ghosts 'n Goblins y ni siquiera es divertido. Hay que medir los saltos al píxel, te matan más rápido que a un tripulante con la camisa roja en Star Trek, y las perspectivas son tan imposibles como las de un dibujo de M. C. Escher.

Yo conseguí pasarme la primera pantalla una vez, y me sentí en la cima del mundo. Ahora ya no tengo paciencia ni para intentarlo. Eat my shorts.

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Super Mario Bros. 3 (1991)

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Todo lo que he dicho acerca de los anteriores Super Mario no hace justicia a este juego, y, con todos mis respetos a ion litio, este artículo tampoco. Y no digo ya nada de la película El campeón del videojuego... Porque lo único que hace justicia al Super Mario Bros. 3 es ese sentimiento cálido y reconfortante que millones de nosotros atesoramos desde niños junto a un buen recuerdo.

Nah, creo lo estoy confundiendo con la sensación de orinar después de aguantarse mucho rato. Los artículos de ion litio son más que suficiente.

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Werewolf: The Last Warrior (1991)

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Hablando de orinar, si alguna vez habéis intentado acertar dentro de la taza del váter estando empalmados en lugar de hacer como las personas decentes y esperar a meteros en la ducha, os podréis hacer una idea bastante aproximada de lo penoso que es el control de este beat 'em up de Data East.

Como hombres-lobo con, ojo al dato, ¡espadas por brazos!, podemos colgarnos de paredes y techos; pero el problema es que NUNCA lo haremos en el momento apropiado. ¿Por qué? Sencillamente porque el control es de todo menos sencillo e intuitivo. Es rígido, insospechado y puede que incluso kosher, pero no sencillo ni intuitivo.

Para que os hagáis a la idea de lo que estoy hablando, la cosa va así: si estamos caminando tranquilamente y lo único que queremos es avanzar, nos pegaremos como una ladilla al primer objeto con el que nos crucemos y jamás lograremos soltarnos; en cambio, si pretendemos colgarnos del techo porque el suelo está electrocutado, es más que probable que terminemos hechos un churrasco.

Añadidle a esto enemigos ilimitados que salen de la nada y unos escenarios que son el epítome de la decadencia creativa, y obtendréis un cóctel que saca de quicio al más pintado.

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Chip 'n Dale: Rescue Rangers (1992)

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¡Chi-chi-chi-chip y Chop, rescatadores! ¡Chi-chi-chi-chip y Chop, los mejores! Si recordáis esta canción, es probable que también recordéis este pedazo de juego y su alucinante modo cooperativo para dos jugadores. En mi caso, ni siquiera ha sido necesario que lo probase para refrescarme la memoria, porque hasta hace apenas siete u ocho años, mi hermano y yo solíamos pasárnoslo de principio a fin un par de veces todos los veranos. Y sí, llegábamos siempre hasta el final a pesar de que no parábamos de lanzarnos manzanas y cajas el uno al otro hasta que uno de los dos se hartaba y seguía avanzando contra viento y marea (o sea, más cajas) para superar el nivel.

Es cierto que alguna vez también nos ayudábamos llevando al otro a caballito para reducir a la mitad las posibilidades de cagarla en un salto, pero preferíamos arrearnos de lo lindo y dejar que la naturaleza fraterna siguiera su curso.

Aparte de un modo cooperativo sólido como una roca y una gran serie televisiva en la que apoyarse, el Chip 'n Dale tenía otros alicientes, como distintos caminos a elegir y algunos de los jefes finales más grandes que recuerdo del catálogo de NES. Tremendo.

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High Speed (1992)

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¿Por qué porras me compraría otro pinball teniendo ya uno? Más de lo mismo, pero con una máquina tan recargada de luces y rampas que encontrar la bola constituye un reto en sí mismo.

Lo curioso es que el juego tiene argumento. Creo que la bola es un coche huyendo de la policía y nosotros tenemos que conducirla hasta un helicóptero. Ciertamente no lo recuerdo muy bien y tampoco me apetece leerme el manual de instrucciones. Se deja jugar, pero hay que echarle ganas. Y no sale Mario. Eso son dos puntos menos.

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NES Open Tournament Golf (1992)

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Después de haber desempolvado toda mi colección de NES, he de decir que este es el título que más gratamente me ha sorprendido. De hecho, es el único al que he estado jugando más de quince minutos seguidos sin pensar "¿Qué estoy haciendo con mi vida?".

El golf, como deporte, ni me va ni me viene, y, tratándose de videojuegos de golf, cuando no hay , me parecen aburridos. Pero NES Open es diferente por muchos motivos, entre otros porque es el único juego de Mario en el que competimos exclusivamente por dinero. Sí, puede que Mario sea un héroe en el Reino Champiñón, pero como fontanero apenas gana suficiente para mantener a una princesa, a un hermano panfóbico y, no nos olvidemos, a una ex novia con un pisito en Brooklyn.

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Solstice: La búsqueda del báculo de Demnos (1992)

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Ya analicé este juegazo hace más de tres años en ion litio y no me gustaría repetirme ni, mucho menos, contradecirme. Solstice tiene muchos puntos a su favor, y uno solo en contra: es más difícil que hacer malabarismos con monos epilépticos.

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The Blues Brothers (1992)

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¿Cómo convertir la brillante comedia musical de John Landis en un videojuego de plataformas medianamente decente? Yo no lo sé, y la compañía responsable de este churro, tampoco. Lo que sí tengo claro es que, en algún momento, los desarrolladores de Titus debieron de pensar que el secreto del éxito incluía tiburones verdes con gafas de bucear.

Pese a estar inspirado en la genial película homónima, The Blues Brothers carece del más básico de los argumentos, y, lo que es peor, ni siquiera es divertido. Lo único que puedes hacer es corretear por pantallas que atentan contra las leyes de la lógica, saltando como un imbécil y deseando no chocarte con algo que pueda matarte.

Por lo demás, aunque la banda sonora del filme me encanta, oír en un juego de NES la misma melodía machacona una y otra vez consigue que quiera meterme una mazorca de maíz por las orejas.

Jamás volveré a sacar este cartucho de su caja.

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The Chessmaster (1992)

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Estaréis de acuerdo conmigo en que preguntarse si un videojuego de ajedrez aguanta o no el paso de los años tiene tanto sentido como hacerse la misma pregunta respecto del ajedrez mismo.

Yo pedí a mis padres que me comprasen The Chessmaster creyendo que sería similar al Battle Chess de PC, y no tardé en descubrir que el primero es para la gente a la que le gusta el ajedrez de verdad, y no para la clase de persona que, como yo, solo quiere ver a la torre transformándose en un monstruo de piedra y aplastando brutalmente las piezas del contrario.

En conclusión, de catorce juegos que tuve, nueve superan la prueba del tiempo con nota. Esto significa que los clásicos nunca mueren y que hice más buenas adquisiciones que malas. No está nada mal, a la vista de que antes comprábamos los juegos guiándonos por la carátula o fiándonos de las revistas y amigos.